Bien, ha llegado el momento de resolver dudas y sugerencias.

Las preguntas de hoy vienen directas de los chicos y chicas de la escuela Fernando de los Ríos.

Vaya ¿acaso Batman nació en Valencia? Debe gustarle la paella, entonces.

No, Watson, Batman es americano y debe preferir las hamburguesas. Y eso que engordan.

Lo que ocurre es que en Valencia hay muchos murciélagos, y por tanto es bastante lógico que, de una manera u otra, su historia esté impregnada de leyendas relacionadas con estos animales.

¿Qué leyendas?¿De vampiros que aparecen en la noche para morder el cuello de jóvenes inocentes como Lisa?

Pues… no exactamente. En realidad, el murciélago aparece en el escudo autonómico y en muchas comisiones falleras, clubes deportivos y en ayuntamientos, porque resultó ser un animal de buen agüero.

¿De buen … qué? ¿De mucha agua?

No…De buen agüero quiere decir que dio suerte a los valencianos en un momento dado. Cuenta la leyenda que un murciélago se posó sobre el casco de un rey, Jaime I, cuando éste luchaba para liberar  las tierras ocupadas por los árabes durante la Edad Media. Dice la leyenda que, gracias a esto, ganó la batalla.

¿Y dónde se compran estos pajarracos? Si dan buena suerte, quiero uno.

No son pájaros, son mamíferos y te prohíbo que metas un murciélago en el laboratorio. ¡Ya tengo bastante contigo!

Halloween es una fiesta que tiene más de 2.500 años de antigüedad y representa el Fin de Año de los celtas, una cultura que ocupaba el Norte de Europa hace muchos años.

Pero eso no puede ser. Fin de año es la noche del 31 de diciembre, y Halloween es el 31 de octubre. ¡Estos celtas llevan más de dos mil años celebrando la fecha equivocada! ¡Tenemos que avisarlos!

Bueno, Watson, eso depende de cuándo decidas que empieza o acaba el año. Los celtas decidieron que el 31 de octubre acababa su verano, ya que era el día en que llevaban el ganado bajo techo y se preparaban para el invierno.

Los disfraces estaban relacionados con otra costumbre. Esa noche, además de la llegada del invierno, era el momento en que los celtas creían que los espíritus podían salir de los cementerios y visitar las casas de los vivos.

Vaya, qué visita tan agradable. ¿Y qué les preparaban para cenar?

Naturalmente, todo esto no era más que una superstición y nadie se presentaba en las casas. Pero la gente decidía ensuciar sus hogares y decorarlos de forma escabrosa. Además, se disfrazaban con sus ropas más roídas y viejas, para asustar a estos posibles visitantes.

Ése es el origen de la tradición de los disfraces, especialmente de los que dan miedo, para la festividad de Halloween. Por cierto, ¿para cuándo un disfraz de androide  invisible, Watson?

Buena pregunta. Las pelotas de goma, por ejemplo, pueden llegar a rebotar mucho.

Bueno, yo pensaba que esto era una característica de todas las pelotas.

No de todas, Watson. Por ejemplo, si hacemos una pelota de plastilina (coge plastilina y hace una pelota con ella) y la lanzamos al suelo (lanza la pelota al suelo, y la pelota de plastilina se queda allí, no rebota)… oh, parece que no es lo mismo.

Pues vaya con la pelota de plastilina, ya podría rebotar. Ahora tendré que recoger sus restos

como veis, es la goma lo que hace que la pelota rebote. Y la propiedad que hace que esto ocurra es que la goma es elástica, es decir, que puede deformarse y después recuperar su forma original (nos lo enseña estirando una goma de plástico)

Y mira, lo que te decía, al caer al suelo una pelota, la energía que lleva se transforma en la deformación que sufre la pelota. Pero como recupera su forma enseguida, esa energía se vuelve a transformar en movimiento. Por eso la pelota rebota.

¿Y la pobre plastilina?

La plastilina no es elástica, es decir, que no recupera su forma original una vez ha impactado contra el suelo. Por tanto, la energía que llevaba al caer (vemos la plastilina aplastada en el suelo, Leo se agacha y la señala con el dedo) se transforma completamente en esta deformación que vemos. Y con esto acabamos hoy, hasta el próximo programa.